Después de una magnífica semana dedicada por completo a repasar los restaurantes y musicales de Nueva York, ya estamos de vuelta y descansados, aunque con algún kilo más encima que tendremos que quitarnos en estos días.
Cuando publiqué originalmente en el grupo Bicheart las fotos y el pequeño resumen de cada sitio en el que estuvimos comiendo, prometí escribir un post acerca del restaurante que más nos gustó con diferencia y en el que mejor se come en Nueva York ahora mismo desde nuestro punto de vista, y ese no es otro que el Marea, en el 240 de Central Park South.
Marea es el tercer restaurante en Nueva York del chef de Wisconsin Michael White. Con dos estrellas michelín, Marea ofrece una carta inspirada en la comida italiana, el pescado y el marisco. Esas dos estrellas michelín nos prepararon para la ocasión esperando platos con diversas florituras en forma de «aires», «espumas», «aromas» y demás aplicaciones quimicas de la cocina moderna. Nada más lejos de la realidad. White, en su carta del Marea, se centra en el uso de ingredientes tradicionales para lograr unos platos con una presentación espectacular, un sabor inmejorable en que los ingredientes se potencian entre si, y, en general, una experiencia excepcional a un precio más que razonable. Hay que salir fuera para entender que probablemente tengamos los mejores cocineros metidos a físicos y químicos del mundo, pero a la hora de cocinar sin florituras, por ahí nos sacan bastante ventaja. No en vano, en las revistas de cocina que estuve leyendo, hablaban (bastante bien por cierto) de los alquimistas Españoles y en concreto de Ferrán Adriá.
Nosotros pedimos el menú degustación de almuerzo que se compone de 5 platos incluyendo el postre. Cuesta 75 dólares más servicio (que nunca está incluido en el precio de la comida en Estados Unidos), bebidas aparte. En nuestro caso, un cocktel ligero de aperitivo (yo un Campari con soda y Paola un Vermouth casero) y una botella de Champagne Taittinger ($80) para acompañar la comida y celebrar su cumpleaños. Este menú es una oda al mar como pocas se han escrito. Para empezar, un plato de «Crudi» o «Crudé» variado. Particularmente, yo pensaba que el crudé era la versión occidental del Sashimi, o sea, pescado y marisco crudo loncheado para mojar en cualquier salsa (en el caso del Sashimi en Soja con Wasabi). Sin embargo, lo que aprendimos en Nueva York es que si bien se trata de pescado y marisco crudo loncheado, éste viene acompañado de unos ingredientes que son los que hacen que se potencien los sabores y se disfrute de la cata. Aunque el menú ofrece 6 tipos de crudés distintos, en la degustación se incluyen 3 de ellos. Nosotros pedimos que nos trajeran 3 distintos a cada uno para poder probar los 6. Amablemente, y sin coste adicional, nos sirvieron los 6 a cada uno. Tengo que destacar que en Nueva York, el crudé está de moda y lo vimos en otras cartas y lo probamos en otros restaurantes, como el Aldea, que aunque lo servía de manera espectacular, distaba mucho de la sublime interpretación del pescado de White.
De izquierda a derecha…
Passera – Platija de Long Island con perejil y agua de rosas
Seppia – Fideos de calamar con sofrito y huevas de mujol
Branzino – Lubina rayada con caviar de esturión en vinagreta de mejillones
Dentice – Pargo del pacífico con naranja y pistacho en vinagreta de zanahorias
Sgombro – Jurel del pacífico con vinagreta de setas salvajes y almendras
Tonno – Atún patudo con alcachofas crujientes en crema de ostras
Estas delicias del mar crudas son de lo mejor que he probado en mi vida. En concreto, los fideos de calamar y el pargo son absolutamente sublimes por lo especial de su textura.
Para continuar, nos sirvieron la ensalada Astice, compuesta por Bogabante de Nueva Escocia, Queso Burrata, Berenjena a las setas, tomate cherry pelado y albahaca. Probablemente, la mejor ensalada que he probado jamás. La frescura del bogavante, cocido a la perfección (poco hecho) y el queso fresco se potencia con la albahaca y el fondo achampiñonado de las diminutas porciones de berenjena. Aunque no lo pone en la lista de ingredientes, la ensalada incluye unas semillas de una fruta tropical (no estoy seguro de cual, aunque se que la he tomado en algún sitio de sudamérica) con pinta de caviar blanco pero que añaden incluso más frescura al plato si cabe.
A continuación, un plato de Espaguetti. Desde que empecé la Isotieta hace un año, no había vuelto a tomar pasta y no tenía intención de hacerlo… hasta que me la pusieron por delante y el aroma inundó el ambiente y despertó mis sentidos. Espahuetti fresco de pasta de semolina con cangrejo, erizo de mar y albahaca. Dicho así no parece nada del otro mundo pero puedo garantizar sin posibilidad de error que se trata del mejor plato de pasta que he probado en mi vida (y conozco bien Italia). A una pasta perfectamente cocinada al-dente de una exquisita textura y sabor, White le añade la proporción justa de tomate casero y frutos del mar para crear una experiencia mágica.
Como plato principal Branzino, Lubina rayada salvaje con lentejas «beluga», cebolla cipollini, setas «trompeta real», mini raviolis de seta y pesto y un suave jugo de almejas. No creo que pueda volver a comer lubina al estilo tradicional nunca más. Este plato de pescado es, sencillamente, insuperable. Las setas «Trompeta Real» no las había probado nunca y son muy sabrosas manteniendo una textura tierna y suave. Los mini-raviolis aportan un toque de sofisticación a un plato que, de otro modo, podría parecer sencillo. Las lentejas gigantes y la salsa de almejas son el complemento ideal del acompañamiento del pescado. Buenísimo en conjunto con un pescado fresco cocinado a la perfección (que para mi siempre es poco hecho y manteniendo sus jugos).
Finalmente, de postre nos sirvieron un variado compuesto de Bombolini (Doughnut frito con crema zabaglione, salsa de chocolare aderezada con café expresso y helado blanco de café) y Carota (Esponja de zanahorias sobre base de nueces pecan caramelizadas en crema de chocolate blanco con sorbete de naranja al gengibre). En este caso, creo que una imagen vale más que mil palabras. Para acabar, con el café nos sirvieron unos bombones caseros riquísimos dignos de cualquier chocolatería de lujo de las que proliferan en Nueva york en cada esquina.
Hay que reseñar que la carta de postres, dulces y vinos de postre es obra del Chef James Eckler, que ha sabido diseñar a la perfección una serie de postres con base italiana que marida perfectamente con la carta principal. Además, Eckler es responsable de los distintos panes caseros que hornean en Marea, del que cabe destacar la Focaccia y el pan negro de 6 semillas.
No quiero acabar este post sin referirme al local y al servicio. La renovación de coste cercano al millón de dólares del antiguo San Domenico en Central Park South no defrauda. El local es elegantemente sobrio pero acogedor, terminado en materiales nobles donde impera la madera natural y el marmol travertino con toques de acero y cristal. El bar de la entrada, realizado en travertino retroiluminado, es espectacular y la planta baja en la que están los comedores reservados y los aseos mantiene el mismo nivel de acabados.
Por su parte, el servicio es magnífico, con un trato amable en todo momento y verdaderas ganas de agradar. El maitrè y el somellier están prestos a resolver cualquier duda o, como en nuestro caso, acomodar cualquier petición como la de incluir el resto de crudés en nuestra degustación sin coste adicional. Los camareros de sala prestan un servicio constante a la mesa sin caer en la incomodidad o la pesadez de comer con un tipo en el pescuezo o que te rellene la copa cada vez que das un sorbo. Pese a ser la última mesa en irnos (llegamos a la hora de comer española, mucho más tarde que la norteamericana), en ningún momento tuvimos sensación de prisa o malas caras por parte de nadie.
Resumiendo, si vas a viajar a Nueva York puedes plantearte que hacer y a dónde ir, pero, hagas lo que hagas y vayas dónde vayas, convierte a este sitio en tu prioridad para comer. Además, luego puedes dar un agradable paseo por el parque o bajarte la quinta avenida viendo escaparates sin necesidad de coger taxis ni metros.