Vivo desconectado de las noticias. No es una forma de hablar, es una realidad. No me interesan las noticias en la televisión, mucho menos en la radio y me tengo autoimpuesta una censura para evitar leer los diarios online. Estoy harto, hastiado, de que el periodismo cutre que sufrimos me imponga lo que tengo que pensar, lo que tengo que opinar y lo que tengo que sentir. Pienso esto en ambas direcciones. Paso de los medios que se inclinan a la izquierda del mismo modo que paso de los que se inclinan a la derecha o incluso de aquellos a los que supuestamente atribuimos cierta centralidad.
Es un hecho constatado que quienes escriben las noticias son humanos y que la mayoría de los humanos sentimos y expresamos en nuestra opinión aquello que nos nace dentro. No creo que sea posible abstraerse de la realidad. No creo que haya árbitros a los que les de igual que gane un equipo u otro. No creo que haya jueces imparciales y desde luego no creo que haya personas que juzguen por igual al prójimo sin detenerse en el detalle de cada uno. Es parte de la naturaleza humana nos guste o no. Se llama afinidad.
Mi única fuente de información social, que es Facebook, me hace intuir por lo que veo a diario que mis amigos cibernéticos publican, que se intensifican los esfuerzos de algunos por lograr la independencia de Cataluña del resto de España o de la Unión Europea -no lo tengo claro. En realidad da igual si es de una cosa, de la otra o de las dos. Lo que más me llama la atención es lo proclive que aparentemente somos a publicar en nuestro muro una proclama y acto seguido decir justo lo contrario.
No soy para nada separatista y mucho menos unionista. En realidad, me importa un bledo si políticamente hablando Cataluña es parte de España o no. De unos años para acá soy bastante básico en ese sentido. Si mis hijos son felices y crecen sanos, la titularidad nacional de Cataluña me la trae absolutamente al pairo. Lógicamente, la del País Vasco, Galicia, Murcia o cualquier otra región también. Me da igual como se llame el Papa, quién gobierne en Venezuela o si hay inestabilidad política en Sudán. Mi egoísmo supera mi curiosidad con creces. Quiero lo mejor para mi familia y poco más. Y si en Rusia sube el crudo, pues yo como boquerones, y si baja también.
Creo que el hecho de que Cataluña se independice o no difícilmente va a influir en las notas de mis hijos, mucho menos en su desarrollo emocional y definitivamente nada en sus habilidades sociales. Estoy convencido que los políticos independentistas mienten, pero no por ello creo que los unionistas se valgan solo de la verdad. En realidad, no hay verdad absoluta ni mentira total en este tema. Es una puñetera cortina de humo alimentada por los unos y por los otros. Y lo peor de todo es que todos, sin excepción, me parecen cutres, básicos e inútiles. Un gasto innecesario.
Y por lo que veo en Facebook, no es un tema aislado en el que piquen sólo los periodistas, sino que la sociedad como conjunto comete continuamente el mismo error. Por ejemplo, estoy hasta los mismísimos de ver fotitos en Facebook con proclamas del tipo «Si alguien no quiere estar en tu vida ayúdale a salir» que precisamente publican las mismas personas que se echan las manos a la cabeza cuando un grupo de personas pretenden salir de la comunidad a la que hasta ahora pertenecen. A ver, aclarémonos. ¿Queremos que los que quieren irse de nuestras vidas se vayan o no lo queremos? Porque lo que no podemos es querer una cosa y la contraria.
Si los Catalanes elijen mayoritariamente salir del estado Español y crear su propio estado, ¿Cuál es exactamente el problema? ¿Cómo afecta eso a mis hijos? ¿Cómo afecta a la calidad de la cerveza del bar? ¿Cómo afecta a la calidad de la carne en el supermercado? ¿Cómo afecta a la velocidad de Internet? ¿Tiene algún efecto sobre el precio de la gasolina? ¿Y sobre mi plan de pensiones? ¿Pondrán menos azúcar en el sushi? ¿Cambiará de logotipo El Corte Inglés? ¿Quitarán el impuesto de sucesiones en Andalucía? ¿Volveremos a la peseta? ¿Durarán más los neumáticos de mi moto? ¿Inventará alguien una llave universal que sirva para todo o tendremos que seguir llevando una llave para cada cosa? ¿Acabará por fin Gran Hermano? No creo que solucione ninguna ecuación vital.
Pero si por el contrario los Catalanes votan mayoritariamente seguir siendo parte del estado Español ¿pasará algo de lo que antes he planteado? En realidad, la única trascendencia de este proceso es la que queramos darle nosotros, como altavoces de la propaganda política. Y definitivamente, mientras nos tienen preocupados por el sexo de los ángeles en Cataluña, las eléctricas nos siguen exprimiendo, la agencia tributaria nos persigue, los helicópteros del estado sirven para recaudar en lugar de para ayudar al ciudadano que los costea, y así un largo etcétera de injusticas sociales a las que prestamos infinitamente menos atención que a un proceso que, en realidad y pese a quien le pese, tiene poca o ninguna trascendencia real en nuestra vida privada más allá del ego de algunos personajes.
Ya os vale con tanta propaganda política en las redes sociales. Me parece mucho más divertido usar las redes sociales para socializar que para politizar. Quien quiera politizar sólo tiene que encender la puñetera televisión o la radio y dejarnos al resto en paz. Independencia, o unión, lo que sea, pero volvamos a los chistes de Cabronazi y a las frases de Paulo Coelho o Steve Jobs que jamás pronunciaron. El día que dejéis de prestar atención al proceso Catalán se acabará de sopetón dicho proceso. No me cabe ninguna duda.
No tiene nada que ver con el tema, sino con la aviación, pero hace tiempo que deseaba enviarte este artículo y no veo otro modo de hacerlo. No te fíes del título atrapa-lector; la sustancia va mucho más allá.
http://www.vanityfair.fr/actualites/international/articles/vol-af-447-rio-paris-reconstitution-des-minutes-qui-ont-precede-le-crash/23618
Con mi francés de los montes me costará un buen rato, pero lo intentaré 🙂