Musicales hay por todas partes. Lugares en los que vivirlos del modo en que se concibieron sólo hay uno: Broadway. Ayer al medio día fuimos a ver Spiderman, turn of the dark, un musical que ha costado poner en escena en torno a 70 millones de dólares, con música de Bono y The Edge, y que recauda la friolera de un millón de dólares a la semana. Sólo se me ocurre decir que es absolutamente espectacular porque cualquier descripción que tratase de hacer estaría por debajo de las sensaciones que produce. Si hay que buscarle un pero, se lo pongo a la música, que aunque es U2 en estado puro, no me resultó tan bestial como esperaba.
La música no me pareció lo mejor de este musical, entre otras cosas porque por la noche fuimos a ver Evita, con Ricky Martin en el papel del joven Che Guevara y cuando se mezcla el talento del Puertoriqueño con la música de Andrew Lloyd Webber el resultado, musicalmente hablando, no admite comparación, ni siquiera con los todopoderosos U2 y los millones de dólares del grupo Foxwood que ponen en escena la superproducción de Marvel.
En cualquier caso, un retorno a Broadway por la puerta grande de Ricky Martin y un regreso mío al mundo de los musicales en una ciudad que tanto visito y en la que habitualmente no tengo tiempo de hacer lo que me gustaría. Por delante, toda la semana para disfrutarla. Para empezar, Brunch con el Harlem Gospell Choir, entradas para Wicked y Mary Poppins entre otros y una serie de restaurantes que ya comenté hace unos meses en este post, con la inclusión de Nobu y alguno más para el que finalmente hemos podido conseguir reserva. La crónica a la vuelta, porque vaya coñazo esto de escribir en el iPad 🙂