Imagínese, por un momento, que los grandes bancos fueran, de facto, los dueños de las grandes empresas. Suponga, por ejemplo, que grandes bancos como el Santander, La Caixa o el BBVA fuesen accionistas de referencia de grandes empresas estratégicas como Telefónica, Repsol, Gas Natural, Metrovacesa, Campofrío o Sacyr, por mencionar algunas.